Los Diarios de Villa Fábula

sábado, 10 de abril de 2010

Fables #93


Tras una primera parte en la que asistíamos a un crimen, ahora somos partícipes de un juicio, en la que la única pena que el acusado puede recibir si es encontrado culpable es la muerte.
El primero que no quiere que algo así ocurra es Papamoscas, el Rey Ambrose, quee pide al Leal John que haga todo lo posible como abogado defensor para que no tenga que dictar tal sentencia. Por su parte los goblins y trolls comienzan a rebelarse ante lo que ellos consideran algo injusto y casi una venganza por parte de su rey. Y si no fuese por la mediación de Grinder las cosas habrían terminado mucho peor.
Mientras Weyland Smith (como fiscal) y el Leal John (como abogado) presentan sus alegatos, tratando el segundo de justificar a Mr. Brump, el acusado, asegurando mediante la metáfora que es algo innnato a su naturaleza el devorar a otras criaturas, y por ello merece la misericordia del rey.
Es entonces cuando Papamoscas deja la sala para deliberar y vuelve con un terrible veredicto. A pesar de que comprende la naturaleza de los goblins éstos sabían a que debían atenerse estando a su servicio, así pues la única pena es la muerte. Pero puesto que como rey ha de mostrar misericordia conmuta esta pena por una destierro permanente, pero en caso de que Mr. Brump volviese alguna vez al reino sería ejecutado.
Así pues se da un veredicto que no contenta a nadie, pero que consigue salvar la situación. Un truco, que como bien asegura Caperucita, sólo puede usar una vez, la próxima deberá ejecutar al agresor sin ninguna posibilidad de bordear su responsabilidad.

Así acaba este pequeño interludio antes de comenzar Rosa Roja. El final igual era un poco previsible, pero eso no resta carga al peso de la decisión y desde luego se echaba de menos poder ver un poco más de ese reino que parecía demasiado idílico. Es evidante que en Fábulas nunca hay un felices para siempre.
Además, como epílogo tenemos una escena final en la que Papamoscas da un paso más en su relación con Caperucita. Todo avanza lento, pero parece que la paciencia de ella comienza a ver sus frutos.

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